Ante un contexto económico lleno de matices, España exhibe una disminución sostenida del paro mientras el crecimiento del Producto Interior Bruto pierde aire. Este fenómeno dual invita a reflexionar sobre cómo se sostienen el empleo y la estabilidad social pese a un entorno global cada vez más incierto.
En marzo de 2025, el número de parados registrados en España se situó en 2.580.138 personas, la cifra más baja desde antes de 2008. Esto supone un descenso de 13.311 desempleados respecto a febrero (-0,51%) y 146.865 menos en comparación con marzo de 2024 (-5,39%).
La serie histórica muestra una trayectoria descendente en la última anualidad, con febreros recientes marcando mínimos de 17 años. El buen desempeño de sectores clave como servicios, industria y construcción ha favorecido esta reducción. Aunque fenómenos coyunturales como el calendario de Semana Santa y condiciones meteorológicas extremas influyen puntualmente, la tendencia general permanece a la baja.
La estabilización del empleo se refleja también en la composición de los contratos. En febrero de 2025 los indefinidos alcanzaron el 44% de las nuevas contrataciones, un dato que certifica un avance hacia mayor estabilidad laboral. Sin embargo, la preocupación por la calidad y la suficiencia de los ingresos persiste.
El sistema de protección social acompaña esta realidad. La tasa de cobertura de prestaciones llegó al 74,11% en enero de 2025, la más alta desde 2011, y el gasto medio en prestaciones aumentó en 148,4 euros al mes (+13,4% interanual). Estas ayudas amortiguan la recesión para los colectivos más vulnerables y refuerzan la cohesión social.
Aunque la mejora del empleo es notable, España sigue liderando la tasa de paro en la eurozona (10,4% en enero de 2025) frente al 6,2% de la eurozona y el 5,8% de la UE. Además, el desempleo juvenil roza el 25,3%, un desafío persistente que golpea a las nuevas generaciones.
Estos obstáculos estructurales ponen en jaque la capacidad de la economía para generar empleo de calidad de forma sostenida, pese a que los indicadores de paro reflejen una situación más alentadora.
Las previsiones del PIB estiman un crecimiento del 2,5% para 2025 y del 1,7% para 2026, cifras próximas a la media histórica, pero que representan una ralentización del dinamismo económico. Esta evolución responde a una confluencia de factores internos y externos:
No obstante, existen factores amortiguadores: la disminución de los precios de la energía, una política fiscal más expansiva en Europa y el crecimiento moderado del sector servicios, así como el aumento del gasto en defensa.
El aparente contraste entre un empleo cada vez más estable y una economía que pierde ritmo genera preguntas sobre la sostenibilidad de esta recuperación. Para mantener la senda positiva en el mercado laboral será imprescindible invertir en formación y capacitación, reducir la precariedad y dinamizar la productividad por ocupado.
Expertos de la banca, sindicatos y patronales coinciden en que consolidar la mejora del paro exige:
El contexto actual ofrece una ventana para impulsar reformas estructurales profundas que refuercen tanto la capacidad productiva como los mecanismos de inclusión social. Entre las posibles líneas de actuación destacan:
Solo a través de un enfoque integral que combine políticas de oferta y de demanda será posible sostener el empleo y revertir las tendencias de desaceleración económica. El desafío está servido: España puede convertir esta fase de transición en un trampolín hacia un crecimiento más equilibrado y sostenible.
La ciudadanía, las empresas y los poderes públicos tienen ante sí la oportunidad de colaborar en un proyecto común: consolidar el empleo y preparar al país para las próximas décadas. Un reto mayúsculo, pero también una ocasión para demostrar la capacidad de adaptación y resiliencia del tejido social y productivo.
Referencias