En los primeros meses de 2025, los inversionistas institucionales han evidenciado una clara rotación hacia bonos soberanos y otros vehículos de bajo riesgo. Los datos muestran movimientos significativos de flujo de capital en respuesta a un entorno de creciente volatilidad y a la necesidad de enfocarse en la preservación de activos. Este artículo explora las causas, los instrumentos preferidos y las implicaciones de este cambio estratégico.
Históricamente, los periodos de aversión al riesgo han coincidido con fases de ajuste monetario y tensión geopolítica. Durante la pandemia de 2020, se registró una fuga masiva hacia instrumentos muy seguros, pero la magnitud y la velocidad de la salida de activos de riesgo en 2025 muestran particularidades.
En episodios recientes, como en 2022–2023, el apetito por el riesgo descendió moderadamente ante temores inflacionarios, pero nunca alcanzó niveles tan bajos como los actuales. El State Street Risk Appetite Index cayó a -0,09 en marzo, una señal más profunda de precaución comparada con cualquier momento desde 2016.
Varios aspectos se amalgaman para impulsar la preferencia por activos más seguros:
Esta confluencia de factores crea un ambiente complejo para la inversión, donde las decisiones de asignación se tornan más cautelosas.
La búsqueda de estabilidad ha orientado los flujos hacia:
Los bonos de corta duración, en particular, se han beneficiado gracias a su capacidad para reducir el riesgo de tasa de interés. El efectivo ha vuelto a ser atractivo ante tasas más relevantes, mientras que el dólar refuerza su rol como refugio ante liquidaciones masivas.
En marzo de 2025, el comportamiento de los portafolios institucionales se tradujo en:
Aunque en mayo el apetito por riesgo repuntó modestamente (el índice subió a 0,36 tras postergarse tarifas comerciales), el sesgo defensivo continúa prevaleciendo en segmentos clave.
Más allá de los activos líquidos convencionales, existe un creciente interés por soluciones de inversión menos correlacionadas con los ciclos de mercado. Encuestas a 500 instituciones globales revelan un aumento constante en inversiones en deuda y capital privado como herramientas para diversificar riesgos y capturar rentabilidades estables.
Infraestructura y activos reales también ganan atención, pues ofrecen flujos de caja predecibles y una barrera de entrada más alta para competidores, generando una capa adicional de defensa contra la volatilidad.
La intensidad del giro defensivo varía según la región y el perfil institucional:
Estas diferencias reflejan marcos regulatorios, ciclos económicos locales y la exposición previa a mercados de riesgo.
Para navegar este entorno, las instituciones optan por gestión activa y soluciones flexibles que permitan ajustar rápidamente los niveles de liquidez y riesgo. Los mandatos multi-manager facilitan la selección de especialistas en segmentos tanto públicos como privados, reduciendo la concentración y mejorando la eficiencia de la diversificación.
Un enfoque colaborativo con expertos en deuda privada, mercados emergentes y estrategias cuantitativas es clave para aprovechar oportunidades donde otros inversionistas evitan el riesgo.
El giro hacia activos defensivos por parte de los inversionistas institucionales es un reflejo de preocupaciones legítimas ante la incertidumbre macroeconómica y geopolítica. Si bien esta rotación puede parecer conservadora, también ofrece la oportunidad de:
Se recomienda a los gestores evaluar continuamente las expectativas de volatilidad, mantener una alineación dinámica con objetivos de retorno y riesgo, y explorar estructuras multi-manager que aporten agilidad y especialización.
En definitiva, la adaptabilidad será la clave para proteger y hacer crecer el patrimonio institucional en un escenario que promete desafíos y oportunidades por igual.
Referencias