En los últimos años, la infraestructura energética global ha experimentado un cambio notable gracias al aumento de la Inversión Extranjera Directa (IED). Aunque los flujos mundiales presentaron volatilidad, el sector energético se ha convertido en un imán para capital foráneo que busca tanto rentabilidad como impacto social y ambiental.
En 2024, la IED mundial alcanzó los 1.5 billones de dólares, un incremento del 4% con respecto al año anterior. Sin embargo, al descontar transacciones puramente financieras, las inversiones productivas reales cayeron un 11%, marcando el segundo año consecutivo de retroceso en actividad tangible.
La contracción en economías desarrolladas, especialmente en Europa, contrasta con cierta estabilidad en mercados emergentes. No obstante, este aparente equilibrio oculta la falta de desembolsos en sectores clave como la energía, la tecnología y la infraestructura.
Varios elementos convergen para impulsar la IED en energía, desde la creciente demanda eléctrica hasta las políticas públicas que favorecen la entrada de capital. Las naciones que diseñan marcos regulatorios sólidos y ofrecen incentivos fiscales logran atraer proyectos de gran envergadura.
Los flujos de capital se han diversificado más allá de las grandes obras históricas. Hoy destacan:
La presencia de empresas chinas en América Latina y el Caribe ha crecido de manera exponencial. En 2022, el 58% de la IED china destinada a la región (aproximadamente 3,700 millones de dólares) se canalizó al sector energético y actividades afines.
Este flujo ha financiado proyectos de generación eléctrica, modernización de redes y desarrollo de energías limpias, reforzando la infraestructura y potenciando la seguridad energética regional.
Brasil ha implementado incentivos fiscales y licitaciones transparentes que facilitan la participación extranjera en parques eólicos y plantas solares. Sus alianzas público-privadas han permitido compartir riesgos y acelerar cronogramas de obra.
Por su parte, México registró en 2025 un récord histórico de 21.4 mil millones de dólares en IED, de los cuales 9 mil millones se adjudicaron a proyectos industriales e infraestructura energética. Este logro refleja ambiciones renovables y modernización de redes para responder a la electrificación creciente.
De cara a 2025, el sector energético mantendrá su atractivo debido al crecimiento estructural de la demanda energética y la urgencia de renovar redes obsoletas. Sin embargo, persisten riesgos geopolíticos, volatilidad y rezagos normativos que pueden frenar la llegada de capital.
Para maximizar el impacto y la rentabilidad de la IED en energía, es vital adoptar estrategias que integren sostenibilidad, innovación y colaboración:
El aumento de la inversión extranjera directa en infraestructura energética ofrece una oportunidad única para catalizar el desarrollo sostenible, impulsar la innovación y garantizar la seguridad energética global. Con políticas claras, colaboración público-privada y un enfoque en energías limpias, gobiernos e inversores pueden transformar retos en proyectos de alto impacto y generar beneficios económicos, sociales y ambientales a largo plazo.
Referencias